martes, 16 de septiembre de 2008

Seguimos con los barcos

Voy a seguir, porque cada día que pasa se aleja más el verano, y también los libros que leí desaparecen poco a poco... Estas narraciones crean mundos perfectos y aislados, en los que el relato debe limitarse a lo esencial (porque no hay nada más). Y me atrae la creación de ese universo cerrado, en el que tan sólo existen el barco y los que en él están. Y el mar y el cielo, claro. El mundo exterior no existe: no hay “contexto”, no hay necesidad de explicar nada que no sea fundamental. La narración –la auténtica narración- empieza con la travesía: Por eso, es frecuente que antes de partir – o al regresar al puerto- los personajes dejen de existir, de comportarse como eran. Ya en tierra, son uno más en el mundo –un mundo que no es el suyo-, han perdido esa identidad concedida por el universo cerrado del barco. De ahí la tristeza y la extrañeza de tantos finales (Conrad, Melville, etc.). Lo que ha sucedido sólo tuvo sentido –y lo tiene- en ese universo cerrado. Al llegar al puerto se agota el escritor y se agotan los personajes.

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