Sí, estoy leyendo un catálogo de Playmobil, pero la cultura está en todas partes. Y la correción política, tan necesaria en estos tiempos...
domingo, 21 de diciembre de 2008
sábado, 13 de diciembre de 2008
Un paréntesis en la ya lejana serie conradiana. Porque es necesario. Y triste. Tenía que ser un francés. Podría haber sido cualquiera de nosotros, indudablemente con más conocimientos (y motivos) que los que tiene Pierre Bayard. Pero no, el libro lo ha publicado él...
Sí, es una breve (y divertida) introducción a la teoría del foco. Aunque tiene truco: para hablar de los libros que no has leído tienes que haber leído antes muchos libros... En fin, que ha sido un francés, sí. La historia, una vez más, nos arrebata el título de pioneros: ahí están, olvidados, el autogiro de Juan de la Cierva o el submarino de Isaac Peral. Dejemos, sin embargo, las lamentaciones. Eso sí, no compréis el libro. No por motivos económicos, sino por una simple cuestión de coherencia y principios: hay que hojearlo o dejar que alguien te lo cuente. Y eso podéis hacerlo en la Fnac o en casa de la tortuga Andrea.
Y para que comprobéis mis avances con los ordenadores, pongo dos enlaces:
http://www.leseditionsdeminuit.eu/f/index.php?sp=liv&livre_id=2514
http://www.elpais.com/articulo/portada/Sepa/libros/leer/linea/elpepucul/20081005elpepspor_3/Tes
jueves, 18 de septiembre de 2008
Un tifón, una portada
La ilustración aparece en mi memoria, decía. Y aquí está, fuera ya de la memoria:
Ahora, el contenido: un barco (de vapor) viaja de regreso a China. Lleva –como carga/pasajeros- a cientos de chinos que regresan (con los ahorros de muchos años guardados en cofres) a su país, después de hacer trabajado durante varios años. Ya tenemos los elementos: el barco (y su tripulación), los chinos y su dinero... y un tifón en su camino. La tormenta provoca, por una parte, diferentes reacciones en la tripulación; por otra, el caos en el espacio en el que viajan los chinos: los cofres se abren y el dinero vuela por la bodega, provocando la pelea de los chinos... Así que el pobre capitán (el verdadero protagonista) tiene que pelearse con la tormenta, con su tripulación y con los chinos. Un desastre.
¿Por qué recuerdo la portada? La respuesta es sencilla, y contradictoria. El tifón es –y ahí está el título- el protagonista de la obra. Sin embargo, tras la lectura -y al cerrar el libro- parece claro que los protagonistas son los hombres que viajan en el barco y sus reacciones ante la tormenta. El tifón, tan sólo, inicia las acciones, es la causa de lo que sucede.
Pero pasa el tiempo: y lo que queda en la memoria no es el comportamiento de las personas –el miedo, la avaricia, el valor, etc.- sino una tempestad que vaya más allá de la lógica, más allá de lo esperado, una tormenta que es física y metafísica... Bueno, creo que con esta frase me he perdido... Así que otro día seguimos.
martes, 16 de septiembre de 2008
Seguimos con los barcos
jueves, 4 de septiembre de 2008
He leído, ya no leo: Porque aunque muchos piensen que en septiembre (y en octubre) nos dedicamos a contemplar cómo se termina el verano (como sí hace, con cierta tristeza, la tortuga Andrea), la realidad es que tenemos que trabajar. Por tanto, se ha terminado el tiempo de la lectura y comienza el tiempo de la reflexión. Y como veo que algunos visitan esta página y sólo saludan (aunque lean mucho) escribiré algo para se animen...
Lo primero: ¿Qué he leído? Si me hubiera ido de vacaciones a las llanuras y montañas del mítico pueblo (Espinar, lará, lará), quizás me hubiera llevado otros libros: Pero el mar es el mar:
Cuatro Conrad, cuatro:
Tifón, (en Alianza), La línea de sombra (en Cátedra), El coparticipe secreto (Atalanta), El negro del “Narcissus” (Valdemar)
Y un sobrero, de Jack London: Cuentos de los mares del sur
La primera pregunta que me hago es por qué me gustan los libros de barcos, tempestades, capitanes valientes y cosas así...
Primera respuesta: porque no los entiendo. No sé por qué, es un placer leer palabras que no se sabe muy bien qué significan: jarcia, botavara, barlovento, trinquete, mesana, castillo de proa... Da igual, aunque mire un diccionario o las ilustraciones de una útil enciclopedia, la verdad es que se nos escapan muchas cosas de la lectura (el que haya estado en un barco de vela –de los que salen en los libros- que levante la mano). Creo que ni el que hizo el glorioso servicio militar en la armada... pero bueno, primera idea: el lenguaje. Requiere esfuerzo, imaginación, tensión. La literatura puede crear mundos diferentes: en este caso, también son mundos de lenguaje diferente (otro día hablamos de comportamientos, mundos cerrados, etc.). Pero –lo primero es lo primero, y la literatura se hace con palabras- saludemos al lenguaje marinero. Y esto me lleva a un libro fundamental en todo esto, El espejo del mar, (de Conrad, claro): memorias, recuerdos, reflexiones, etc. acerca del mar y de sus días como marino, y en el que habla de ese lenguaje técnico...
Otro día sigo, pero recomiendo esos libros de Conrad, aunque siempre pasa lo mismo: o una tempestad o una calma terrible... De Jack London (y otros) ya hablaremos, pero son inevitables las comparaciones: no es lo mismo sufrir un huracán escrito por Conrad que un huracán escrito por Jack London.