viernes, 10 de julio de 2009

Leer, recordar, escribir


Comienza el verano y recuperamos el tiempo, la lectura y esta página. Quería empezar preparando un estupendo plan de lecturas para estos meses (se aceptan sugerencias), pero me persigue, desde hace unas semanas, una duda. ¿Qué he leído este año –es decir, este curso, traducido a la medida escolar del tiempo?

No conseguía recordar: sí, por supuesto, libros para preparar las clases, artículos, más libros “académicos”... Pero tenía que haber algo más, siempre hay algo más. ¿Lo había olvidado? ¿Leemos y olvidamos? Quizás en un “antes” utópico no sucedía así...

Ahora, sentado ante el ordenador, aparecen, poco a poco, los libros de este curso: Chejov (y unos días en Cazorla), Madame Bovary (y unos alumnos aplicados), las poesías de Marianne Moore (y un congreso en Cáceres), cuentos del romanticismo alemán (y más alumnos aplicados), Ashbery (y un parque vacío)... Sé que hay más, pero están en algún rincón olvidado de la memoria. ¿He leído aquello que no consigo recordar? ¿Por qué asocio las lecturas a tiempos, espacios, personas? ¿Siempre ha sido así? ¿Debería volver a las clases para no escribir tonterías? ¿Apago el ordenador y me tomo un café con galletas Chiquilín?

No, no es el momento de preparar las lecturas veraniegas: creo que es el momento del recuerdo, el momento de hacer que existan -¿de nuevo? ¿por primera vez?- los libros leídos este año... La escritura convoca de nuevo a los libros, a las ideas y las sensaciones que produjeron. Queda bien la frase, es cierto, pero no sé si es verdad...

De todas formas, es tarde. Pronto, Madame Bovary.